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El relevo generacional: un desafío en la transmisión y salvaguardia de la Alfarería Atacameña de Santiago de Río Grande

Buenas Prácticas | Experiencia Educativa en Antofagasta

El relevo generacional: un desafío en la transmisión y salvaguardia de la Alfarería Atacameña de Santiago de Río Grande

Publicado el 05/06/2025
Miriam Coria
Durante décadas la alfarera atacameña Elena Tito luchó por la mantención de sus tradiciones. Sufría al ver cómo el lugar donde nació se convertía en un pueblo fantasma. Se resistía a que los saberes que heredó de su abuelita Pascuala desaparecieran con ella. Enseñó a sus hijos y recorrió muchos lugares enseñando la alfarería y defendiendo su tradición. Con su triste partida el 14 de abril de 2022, su hija Miriam Coria asumió el rol y el compromiso de la cultora reconocida como Tesoro Humano Vivo.

“Mi mamá siempre me recalcó que el día que ella partiera yo tenía que continuar con su legado. De alguna forma sentí que yo estaba cumpliendo con eso y todo lo que me transmitió en vida”, dice Miriam Coria Tito. 

La tierra color ocre es la característica que salta a la vista al adentrarse en territorio Lickanantay. Son desiertos infinitos los que se cruzan con este paisaje árido desde donde emergen pequeños poblados aferrados a los oasis que brotan en medio del Desierto de Atacama. Uno de esos lugares es Santiago de Río Grande.

La localidad, ubicada a una hora y quince minutos aproximadamente de San Pedro de Atacama, alberga tradiciones Lickanantay de larga data. Años atrás, se caracterizó por ser un     pueblo alfarero en medio del Desierto de Atacama. Sin embargo, esta tradición ha enfrentado dificultades que pusieron en riesgo su continuidad y salvaguardia.  

En la actualidad, tan sólo 11 alfareros y alfareras son reconocidos como parte de la comunidad cultora. Todos tienen distinto grado de conocimiento de la práctica. Es decir, hablamos de una práctica en riesgo, que tiene el desafío de fortalecer su transmisión intergeneracional.  

La alfarera Elena Bruna Tito Tito luchó incansablemente por la salvaguardia de su tradición en la zona,     difundiendo sus saberes por distintos rincones de la región y entre distintos públicos. Elena, oriunda del sector y reconocida por el Estado de Chile como Tesoro Humano Vivo en 2015, fue también un pilar en la gestión de la comunidad para que su tradición ingresara al Registro de Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile, bajo el nombre de “Conocimientos y técnicas de alfareras y alfareros de Santiago Río Grande”.

Elena tito

Siempre estuvo consciente del valor y la responsabilidad que implicaba transmitir su conocimiento a futuras generaciones. Rescató y reprodujo piezas ceremoniales para llevar a diferentes encuentros de culturas, ferias, museos e instituciones. Del mismo modo, enseñó la creación de utensilios para comunidades vecinas, consciente de que ellas debiesen ser las principales interesadas en mantener vivas sus tradiciones y costumbres. Por lo mismo, desarrolló constantemente talleres en Calama, Santiago de Río Grande, San Pedro de Atacama y localidades colindantes para personas de diferentes comunidades. Con su      sabiduría y técnica también llegó a muchos colegios de la región.

Tras el lamentable fallecimiento de la reconocida cultora, Miriam Coria, asumió el compromiso que tenía con su madre para seguir transmitiendo estos saberes. Tomó el liderazgo en la defensa de sus tradiciones y decidió mantener activo el Taller Portadoras de Tradición de Alfarería de Santiago Río Grande, que tantas veces impartió su madre.

La herencia de Miriam Coria

Tras los duelos que vivió la familia Coria Tito producto de la pandemia, fue Miriam quien guardó cariñosamente los cántaros chicheros, jarros ceremoniales y vasijas de su madre. Se refugió en sus hijos y marido, se sumió en los quehaceres diarios y vivió su pena honrando a su madre en cada momento.

“Vinieron a preguntarme si yo podía continuar con los talleres de alfarería que hacía mi mamá. En un principio yo les dije que era muy pronto, pregunté si era necesario hacer el taller ahora (…) Me estaban dando esta oportunidad, tenía que tomarla. Yo les decía: ¿Niñas, están seguras de que yo voy a poder hacer el taller? Me dio miedo, pero ellas me animaban y me apoyaron en todo momento”, cuenta Miriam Coria Tito.

Para la Unidad Regional de Patrimonio Cultural Inmaterial en Antofagasta, efectivamente, era importante que Miriam pudiera continuar esta acción de difusión, pues siempre fue ella quien la acompañó a realizar los talleres, presenció cómo su madre hacía sus cántaros y la acompañó a buscar material para confeccionarlos. “Mi mamá siempre me recalcó que el día que ella partiera yo tenía que continuar con su legado. De alguna forma sentí que yo estaba cumpliendo con eso y todo lo que me transmitió en vida. De a poco me fui soltando en los talleres, fui sintiendo confianza en mí misma, igual me ayudó a colocar también parte de mi cosecha e hice una introducción con una reseña del pueblo Lickanantay. A todos los talleres llevo un telón con la cara de mi mamá, cuento su historia y la del pueblo”, explica Coria.

La planificación que se hizo para el taller fue muy cuidadosa; se trazaron pequeños objetivos para dar seguridad a la cultora. “Implementamos un taller mucho más pequeño a cargo de Miriam, muy acompañado. El año 2023 ya había pasado más tiempo luego de la muerte de la señora Elena y se empieza a empoderar, yo vi todo este proceso: ya en los últimos talleres llegó solita con sus tierras y materiales, muy consciente de lo que es su pueblo y poniendo en valor la práctica de la que es heredera. Ya ha logrado articular un discurso y ha avanzado con propias herramientas en un camino de empoderamiento personal. Hemos trabajado principalmente en espacios formales de educación, donde el objetivo es la valorización de la tradición  a las nuevas generaciones”, comenta Nicole Ríos, quien es parte del equipo de patrimonio inmaterial en la región.

Su primer taller

miriam corria

El año 2023, ya convencida y aún sin dejar atrás sus penas y sus temores, Miriam hizo su primer taller, tomando la posta y la responsabilidad que le dejara su madre.

Lo hizo en la Escuela Juan Pablo II, de Calama. Participaron 35 niños y niñas de quinto básico, de 10 a 11 años. La gestación del mismo nació por una solicitud muy especial, según cuenta la propia cultora: “Mi hijo Tomás siempre me reprochó que iba a otros colegios, que enseñaba en otros lados y me pidió que fuera a su escuela y que les enseñara también a sus compañeros. Ahí dije: quizás está realmente interesa     do en la greda, ¿por qué no lo apoyo y lo hago partícipe?”.

Así fue cómo contactó a la profesora de Tomás, quien acogió la idea que se concretó a fines del año académico 2023. “A principios de noviembre, durante la Festividad de Todos los Santos, Tomás no asistió a clases y sus compañeros y compañeras comenzaron a extrañarlo. Me preguntaban por él, y yo les conté que andaba en una festividad de su pueblo, los niños estaban curiosos de esto y engancharon con la cultura del Tomy. Entonces yo hablé con ellos sobre las costumbres de Santiago Río Grande y le propuse a la coordinadora académica orientar el taller por ahí, para que los chicos conocieran las tradiciones y procedencia de Tomy”, explica Mirza Ávalos, profesora del quinto básico del Colegio Juan Pablo II.

Miriam Coria preparó su taller días antes: se preocupó de llevar la greda con la que trabajarán los niños y niñas y otros utensilios que se usan para dar forma a las figuras que crearían. La cultora les pidió hacer un animal típico de la zona y se decidieron por un llamo, figura reconocida por todos y todas. “Les voy enseñando parte por parte, cómo lo deben moldear y cómo hacer las orejas. Después yo les digo ‘tenemos que despertar al llamito’ y les hacemos los ojos. Yo le voy poniendo más de mi cosecha, porque hace poco hice un taller con niños de jardín infantil, son los más chiquititos con los que he hecho clases y hay que llegar de una manera más tierna para que niños y niñas se incentiven”, comenta Miriam.

miriam tpt

Niñas y niños no solo hicieron su llamo, sino que aprendieron a reconocer la alfarería Lickanantay. “Pasaron unos días luego del taller y los chiquillos del mismo curso fueron a una feria y vieron unas artesanías. Llegaron al colegio diciéndome: ¡Tía, tía, vimos unas artesanías que hizo la familia del Tomy y que estaban a la venta! Ahí yo comprendí que ellos relacionan a Tomás con esas tradiciones y además saben dónde queda Río Grande”, explica la profesora Mirza Ávalos.

La alfarería atacameña despliega conexiones y aprendizajes que se relacionan con la motricidad. Además de las figuras, la cultora entregó otros contenidos que tienen que ver con la práctica y con la educación      patrimonial en general. “En el taller se relevaron los conocimientos y técnicas asociadas para llevar a cabo este producto final. Esto también implica la cosmovisión Lickanantay, puesto que la alfarería tradicional no solamente tiene aplicaciones utilitarias como vasos, jarras, sino que también hay instrumentos rituales que se ocupan en los pagos a la tierra, en los carnavales, etcétera. Entonces esta práctica está asociada a todo un sistema ritual de las comunidades andinas”, explica Nicole Ríos.

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