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Una espiral de entretejidos

Cestería de coirón y chupón en Hualqui

Una espiral de entretejidos

Publicado el 01/04/2023
Aguja en coirón
Aguja en coirón. Foto: Manuel Morales
El coirón y el chupón son como un tesoro para las artesanas: se encuentran en escarpados senderos, subiendo montes y sorteando quebradas. Estas preciadas plantas están principalmente en la zona rural de Hualqui, donde las tejedoras peregrinan para recolectar esta materia prima. Con ella, confeccionan diversos utensilios como paneras, costureros, canastos, individuales, entre otros, y los comercializan en diversas ferias. Gracias a una Solicitud Ciudadana de las tejedoras, esta forma de expresión de las mujeres de Hualqui -Región del Biobío- ha sido reconocida por el Estado para formar parte del Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial.

El cambio de uso del suelo hacia empresas forestales en la comuna, ha arrasado con el bosque nativo y matorrales, por lo que las cesteras se enfrentan a la desaparición del coirón y a la escasez del chupón.

Georgina Castillo (68), artesana de Hualqui, recuerda que corría el año 1973 y recién había nacido su primer hijo. “Escaseaba la platita y yo le dije a mi marido que sabía tejer. Él me acompañó a buscar coirón al campo y así empecé a trabajar en esto: hacía paneras, costureros; vendía en Concepción, en las ferias, galerías, en el mercado y luego me invitaron a la feria del Parque Ecuador”. En esos tiempos difíciles si no había dinero, ella hacía trueques con su artesanía para tener lo necesario para sus hijos. 

Su infancia transcurrió en Hualqui, pueblo ubicado a 63 kilómetros de Concepción, Región del Biobío. Aprendió la cestería en coirón y chupón de su madrina, quien le enseñó cuando tenía diez años. “Ella era hermana de mi mamá y cuando murió mi papá, yo era chica, así que me quedé con mi madrina. Me enseñó a trabajar, yo hacía canastitos chiquititos con orejas y a veces éstas me quedaban torcidas y mi madrina me pedía que los desarmara porque tenían que quedarme perfectos: desde ese entonces me he esforzado en que las cosas queden bien hechas”, cuenta Georgina. Ella se ha encargado de enseñar a toda su familia cómo tejer el coirón, excepto a su hija menor, quien no muestra interés. Sus hijos incluso la han ayudado en los trabajos más importantes que ha hecho: recuerda que en los años 90 tuvo que entregar canastos de 1,20 metros, los que trabajó con su hijo para avanzar. “En el caso que tengan alguna necesidad, siempre podrán tejer coirón”, dice la artesana. 

Ivonne Toledo (63) es otra reconocida artesana en coirón de Hualqui, quien además es prima de Georgina. Ser “cestera” es una tradición en su familia. “Yo me siento orgullosa de esto que me enseñó mi mamá, porque es como si ella estuviera presente. Nosotros vivimos con lo que gana mi esposo, entonces los ingresos por la artesanía son míos, aunque sea poquito estoy acostumbrada a tener mi independencia, mis moneditas. Esto también es como una terapia: ni siquiera me duelen las manos. La mente de uno está entretenida, jugamos con los colores, yo comienzo a hacer un inicio y después pienso qué voy a hacer con él”, explica Ivonne.

Entre quebradas y montes de los alrededores de Hualqui salen a buscar coirón y chupón, materia prima con la que confeccionan la cestería. La recolección se convierte en todo un panorama familiar para estas primas: salen a las 7 de la mañana y regresan a las 9 de la noche o incluso más tarde. “La recolección se hace desde octubre a marzo. Por lo general vamos cuatro: yo, Georgina y los maridos, a veces van los hijos. Vamos a un sector que queda a más de una hora de Hualqui…salimos juntos porque es peligroso, ahora dicen que anda el puma en el campo, así nos protegemos. Una vez que uno recolecta el chupón, hay sacarle todas las espinas con un paño y hay que partirlo. Luego se pone a secar al sol en el verano. El coirón se corta y se hacen paquetitos. Luego se humedece con agua hirviendo, se seca y ya está listo para ser trabajado”, explica la artesana Ivonne Toledo. 

María Eugenia Cabrera (62) aprendió a tejer coirón con su mamá alrededor de los 7 años. Desde esa época trabaja con coironcillo, material más flexible para la artesana. Su técnica se caracteriza por utilizar colores tradicionales como el rojo, morado y verde. “Yo me quedé pegada con la panera, el canasto, el individual, no me gusta innovar porque se vende menos”, cuenta la artesana. 

El inicio del trabajo

Cualquier objeto que las artesanas se aventuren a confeccionar en coirón y chupón, debe partir por humedecer la materia prima. Luego trabajan con un tejido en espiral denominado “inicio”. Desde ahí comienzan a darle forma al objeto que confeccionarán. *Algunas cultoras describen los inicios como el “alma de la pieza” o “gusanito”. Se trata de la base del objeto que se teje con la aguja dando vueltas alargadas y ovaladas en espiral. Su tejido es ajustado y estrecho, ya que debe dar firmeza al tejido final. “Cuando sepultamos a mi tía Lidia, le echamos un “inicio” en el ataúd. Quién sabe, a ver si se inspira tejiendo en el cielo”, cuenta Georgina. 

Dependiendo del caso, utilizan anilina para teñir fibra vegetal, aunque Ivonne y Georgina también se han aventurado a teñir con frutos naturales como moras, maqui y cebolla. Otro desafío son las agujas: éstas tienen que ser de confección propia, con varillas de paraguas en desuso. “Andamos mirando por todos lados paraguas con los palillos adecuados. Una vez una cuñada tenía un paraguas de niñita con motivos infantiles y se lo pedí, se puso a reír de mí. Le expliqué que era para hacer agujas”, cuenta Georgina. 

Los productos más vendidos son los individuales, costureros, paneras y canastos. Ivonne cuenta que sus clientes son de Concepción principalmente y también de la Municipalidad de Hualqui: cuando hay un invitado especial, ellos regalan productos manufacturados en coirón y chupón “porque es algo típico de Hualqui”, explica.
*Página 101. “La cestería en coirón de Hualqui: puesta en valor de una práctica en riesgo de desaparición”, Smith Nidia.

Coirón en peligro 

Una de las principales amenazas para las artesanas es la desaparición de su materia prima, el coirón. “En los años 70, cuando existían nuestras mamás y tías, salíamos y había en abundancia hasta por acá mismo en los alrededores de Hualqui, pero ya no crece por acá. Cuando vamos a reuniones con las autoridades, lo primero que hablamos es que se está acabando el material, pero no hay ninguna mejora. El coirón ha desaparecido por culpa de las forestales y los incendios”, cuenta Georgina. 

La historiadora hualquina Nidia Smith ha investigado la realidad de las artesanas y la historia de la cestería en coirón a fondo. “Hay un cambio de uso del suelo en la comuna de Hualqui desde 1980, muchos fundos y propiedades que antes eran de particulares, pasan a ser propiedad de las forestales: actualmente, el 54 por ciento de los suelos son de plantaciones forestales. El coirón, que es una especie nativa, ya no crece como crecía antes puesto que lo hace en los bosques nativos y si estos se reducen, el coirón también. Además, se da en las partes sombrías de los bosques, entonces si llenamos Hualqui con plantaciones de pino y eucaliptus, se secan las napas subterráneas de agua y encontrar esta especie se hace prácticamente difícil. Algo que me sorprendió mucho, fue que el coirón es considerado “maleza” para las forestales, lo que aparece consignado en el “Manual de malezas de Plantaciones Forestales en Chile y sus consideraciones ambientales” (2011) del Ministerio de Agricultura. Aquí vemos una dualidad: para la forestales es maleza, para las artesanas es cultura, trabajo, arte, patrimonio, pertenencia a una identidad”, explica Smith, quien realizó su tesis de magíster sobre la cestería en coirón. 
Ivonne también ve un peligro en las nuevas generaciones, puesto que no hay interés en continuar con esta tradición. “Solo trabajan hasta que duran los talleres. No tienen la paciencia que tenemos nosotras para ir al campo a buscar el material. Algunas dicen que se les echan a perder las manos con la limpieza del chupón”, cuenta. 

Orígenes mapuche

En Hualqui, 10 a 12 mujeres continúan con esta práctica y son principalmente hijas de campesinos. La tesis de la historiadora entregó más datos sobre los orígenes de esta cestería. “El tejido de la aguja, que es este cordón de coirón que se envuelve con el chupón es típico de la cultura mapuche. Antes de que Hualqui se convirtiera en la Villa San Juan de Hualqui, en el sector conocido como La Araucana cercano al Río Biobío, estaban asentados los mapuche. Siempre se ha creído que no existieron, pero sí, hasta 1900 había comunidades mapuche. Su técnica del adujado es más junta, no se ve el tejido del coirón; en cambio en Hualqui lo hacían más separado, para ahorrar material debido a la escasez. El coirón en sí alberga un componente originario y Hualqui es un recipiente etnográfico de esos saberes, de esa mezcla que se hace entre las campesinas hualquinas que toman esta manera de construir el mundo de las comunidades mapuche que estaban en la zona, y las hacen propias. Luego, la cestería cambió su uso porque al comienzo era para un uso práctico: recolectar frutos, guardar semillas. No era un uso artístico como es ahora. Con la incorporación de la anilina los objetos se transforman en costureros, individuales y otros utensilios, pero nunca ha perdido su funcionalidad que es más bien utilitaria que decorativa”, explica Smith.
Para ser reconocida como par por las artesanas en coirón, hay que cumplir ciertas características. “Saber bien la técnica, ser de Hualqui, tener años en esto y que le guste este arte”, explica Ivonne. 
Georgina es más exigente aún. “Me gusta que las cosas se hagan bien. Yo no le hago talleres a gente que no sea de mi comuna, porque yo quiero que Hualqui siga con esto, porque es una artesanía de acá. Para ser reconocida como artesana en coirón, la persona tiene que saber comenzar, terminar, diseñar un trabajo: tiene que quedar bien hecho, coloreado, bien terminado, todo se hace con las manos, sin máquinas”, comenta Georgina.
Cómo reconocer a sus pares fue una pregunta que también formuló la historiadora a todas sus entrevistadas: unánimemente contestaron que haya aprendido la técnica en Hualqui y que recolecte su propia materia prima. Sin embargo, Nidia no concuerda con este punto. “Es arriesgado buscar coirón: muchas de ellas son mayores y pueden enfrentar accidentes o no cuentan con redes de apoyo, algunas pagan a intermediarios que venden coirón”, explica. 

Efectivamente María Eugenia y las demás artesanas hacen hincapié en los peligros y bemoles de este oficio, sobre todo en el momento de la recolección. “Hay bichos, culebras, existe también el riesgo de caerse, más encima ahora dicen que anda el león (puma) y también hay personas que van al campo a tomar o drogarse. La gente no sabe todo el sacrificio que hay que hacer para obtener el material y el proceso posterior, porque el coirón se demora varios días en secar. La gente del mismo pueblo de Hualqui no valora a sus artesanas, quienes son de afuera sí lo hacen y pagan el precio que pedimos por nuestro trabajo”, comenta María Eugenia.

Respeto por la naturaleza

Las artesanas tienen un cuidado único con el bosque nativo. Saben que de él depende que su materia prima crezca, por lo que toman precauciones. “Nosotras sabemos lo que podemos sacar para que el próximo año se reproduzca. Además, hay una forma para sacar el coirón y chupón. El coirón se corta, el chupón se saca con espinas: hay que saber cosechar. No nos conviene maltratar a la planta, porque lo que buscamos es que el próximo año produzca más”, explica Georgina. 
La historiadora agrega que “hay un vínculo entre artesana y territorio: ellas respetan la naturaleza, saben cuánto tiempo esperar. No exterminan el coirón, si van a un lugar y arrasan con todo, saben que el próximo año no van a tener”. 

Reconocimiento al patrimonio

Esta manifestación artística de las mujeres de Hualqui ha sido reconocida por el Estado para formar parte del Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial. 
Georgina está especialmente agradecida con el reconocimiento que les hizo el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. “Agradezco que el Estado le esté dando importancia al tema patrimonial, ¡por fin alguien se fija en el coirón de Hualqui!, le están dando más importancia al tema cultura y patrimonio,” dice la artesana.

A través de una Solicitud Ciudadana impulsada por las mismas mujeres, esta manifestación cultural logró ser reconocida con el ingreso al Registro de Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile el 2021. 
Con esta herramienta se reconocen manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial a lo largo del país que sus practicantes consideran parte de su identidad y por lo mismo, realzan su valor: la salvaguardia depende de cultores y cultoras.
Este reconocimiento en el Registro puede ser una herramienta de gestión para las comunidades cultoras ante otros organismos (públicos, privados o de la sociedad civil), según sus propias necesidades, por ejemplo, articular acciones de difusión, educación y fortalecimiento de capacidades para la gestión de la salvaguardia. Gracias a éste, la práctica se difunde y se hace visible.
Para Ivonne, es como si las artesanas hubiesen subido de status. “Es un reconocimiento valioso, porque nunca habíamos tenido uno: antes era como que no valíamos nada, solo trabajábamos. Ahora incluso he salido en algunas entrevistas de la municipalidad, me siento famosa”. “Es importante porque a través de nosotras se reconoce al pueblo hualquino y su tradición”, agrega María Eugenia. 

Ferias y ventas

Debido a la pandemia, las ventas disminuyeron bruscamente. Su principal vitrina- las ferias artesanales- no pudieron realizarse, por lo que se vieron en la necesidad de vender en sus propios talleres y hacer envíos a sus clientes. “Ahora es poco lo que se vende, no vendemos lo que vendíamos en las ferias. Con la pandemia se terminaron los pedidos grandes de la Fundación Artesanías de Chile”, explica Ivonne. 
“Ojalá que la feria de la Católica se haga presencial, porque uno echa de menos el contacto con los artesanos. Yo no me quejo, porque siempre hay alguien que llega a comprar algo”, comenta Georgina.

En la década del 60 Hualqui ocupaba la categoría de centro de producción artesanal en Chile, según consigna la tesis de Smith. “Actualmente ni siquiera hay un punto de ventas en la plaza. Uno tiene que estar adivinando dónde están sus talleres: en este sentido sería bueno tener un mapa para identificar a las artesanas”, dice la historiadora. 

Transmisión del conocimiento

Actualmente son los talleres de cestería en coirón donde la mayor parte de las mujeres aprende la técnica. Ya no es como antes, cuando el conocimiento se traspasaba entre abuelas, madres e hijas. “Con el paso del tiempo se han mejorado carreteras y accesos a Concepción, lo que ha dado más posibilidades a todos para estudiar. Desde fines de los años 90 y 2000, podemos ver las primeras generaciones de profesionales. Con esto las mismas artesanas comenzaron a estudiar en liceos comerciales, institutos; entonces las hijas y nietas ya no ven rentable la artesanía. Quienes se inscriben en los talleres de cestería son mujeres de 40 a 60 años, fundamentalmente como algo recreativo, por lo que no siguen practicando la técnica”, aclara Nidia Smith.

Hace 14 años que María Eugenia imparte un taller de cestería en coirón: en promedio tiene 12 alumnas. “La mayoría son de Hualqui, otras de Talcamávida. A ellas les gusta innovar: hay una que hizo una carretita, otra hizo un porta mate, también aritos de coirón y les ha ido bien con estos objetos. Es importante que sigan innovando y entregando sus conocimientos a otras personas, porque vamos quedando muy poquitas, uno trabaja en cuatro paredes. Las chicas me dicen ‘profe gracias a usted yo tengo esta platita y ayudo a mi esposo’, eso me pone contenta. Yo sé que es un aporte financiero, yo misma siempre he tenido plata de mis trabajos, nunca nos ha faltado”, cuenta María Eugenia. De esta forma, la cultora busca asegurar la transmisión de esta práctica a nuevas generaciones que van renovándola y enriqueciéndola. 
 

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