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Recuerdos en ausencia

Ritual fúnebre en Caleta Tumbes

Recuerdos en ausencia

Publicado el 03/03/2023
Cementerio simbólico en Caleta Tumbes
Cementerio simbólico de caleta Tumbes. Foto: Jorge Osorio P. (2022)
Luego de un naufragio, la comunidad de Caleta Tumbes se une en la búsqueda de los pescadores desaparecidos en altamar. Aunque oficialmente las autoridades rastrean por ocho días, familiares, pescadores y recolectoras de orilla continúan después del plazo oficial. Ante la pérdida, los deudos inician un ritual en la intimidad de su hogar en memoria del pescador. En una mesa se ponen fotos, ropa con valor sentimental para él y otros objetos queridos. Finalizada la representación de quien partió (como si la persona estuviese allí) se inicia el velatorio simbólico, oportunidad donde se hacen llegar los respetos, condolencias, ofrendas florales y se comparten las experiencias vividas con el pescador. El velorio dura dos días: luego los objetos son dispuestos en una urna construida por los carpinteros de ribera de la caleta. Se efectúa una ceremonia religiosa en la que participa toda la comunidad y siguiendo con el rito fúnebre, la urna se entierra en el cementerio simbólico que está ubicado en lo alto de la caleta. En este lugar sus familiares y amigos recuerdan al pescador desaparecido, mantienen viva su memoria y tienen algo de consuelo. Gracias al valor patrimonial e identitario que las familias de ese territorio le asignan a su tradición y luego que levantaran un requerimiento al Estado para su puesta en valor, esta práctica ha sido reconocida para formar parte del Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile.

Si Alberto estuviese vivo, tendría 47 años. Claudia Constanzo, su hermana, cuenta que el “Tito” hizo el servicio militar en Punta Arenas y había llegado con ganas de estudiar mecánica, por lo mismo, estaba juntando dinero como pescador en la lancha “Ivette”. Una noche de septiembre en que salieron cuatro pescadores, el temporal fue inclemente. No hubo sobrevivientes. 

En ese entonces y como ha sido siempre, toda la comunidad de Caleta Tumbes- Región del Biobío- se unió a la búsqueda. En lancha, por tierra, a orilla de la playa, por aire: agotaron todos los medios para buscarlos durante más de una semana. Lo único que encontraron fueron unos documentos que vararon en Playa Laraquete, muy lejos de Caleta Tumbes. “Para nosotras era como si él anduviese fuera solamente, en cualquier minuto iba a llegar, pensábamos”, relata Claudia, quien además es recolectora de luga negra.

La tradición en Tumbes es velar una urna con la última ropa que usó el pescador, junto a sus fotos y luego enterrarla en el cementerio simbólico que está ubicado en lo alto de la caleta. Se denomina de esta manera, pues allí van a descansar las posesiones y recuerdos del pescador desaparecido. En este lugar también se pone una cruz orientada hacia el mar con el nombre del difunto, fecha de nacimiento y día de la desaparición. Posteriormente se construye la tumba.

Los investigadores Berta Ziebrecht y Víctor Rojas Farías indagaron en esta manifestación cultural de la Región del Biobío. Para llegar a la conclusión que esta práctica se da en esta zona del país, recorrieron tres años el borde costero chileno y armaron una red con distintas fuentes de información, sindicatos y gremiales de pescadores en Biobío y otras regiones. La investigadora clasifica esta manifestación como una “estrategia paliativa de recuerdo ante la ausencia de un cuerpo. Desde los albores de la humanidad, en el ser humano siempre ha existido la necesidad de celebrar ritos fúnebres, porque es importante presentarle nuestros respetos y cariño al difunto y tener un lugar donde recordar. Y por otra parte el deudo tiene que ayudar al difunto a pasar a la otra vida, a través del rito. Cuando hay un hecho que se repite a través del tiempo como la desaparición de hombres en el mar, la comunidad de Tumbes localiza su cementerio para paliar esta ausencia: es difícil llorar a un muerto si no tenemos el objeto presente de nuestro dolor, así como recordar desde el vacío y no tener un lugar donde recordarlo. Los pescadores de Caleta Tumbes crean esta representación del difunto que es velado, así los deudos pueden comenzar la vivencia del duelo y toda la comunidad puede presentar sus respetos. Esto no lo tiene ninguna tradición en Chile”, explica Berta. 

Claudia Constanzo recuerda que al cuarto día decidieron velar la ropa de Tito. “En la urna pusimos sus pertenencias, sus gafas preferidas, su pantalón, la polera favorita. Para el día del funeral salimos desde la sede, recorrimos toda la caleta y luego llegamos al cementerio simbólico. Aunque no esté su cuerpo, en ese lugar uno puede ir a dejarle una flor, ir a conversar con él y recordarlo. Esto lo aprendimos de chiquititos. Cuando fallecía una persona en el mar, le hacían una grutita y le iban a dejar flores. Yo tenía un tío que había fallecido, pero esto era totalmente distinto, mi hermano estaba sano y tenía solo 23 años, uno no piensa que le va a tocar a uno”, dice Claudia.

En su investigación, Berta pudo constatar que el trabajo en comunidad de los pescadores acarrea a su vez una tragedia: por lo general, en un naufragio muere el padre, los hijos y hermanos pues trabajan en familia. “Quienes más van a sufrir este dolor enorme son las mujeres que quedan solas en total desamparo jurídico, social, sicológico y económico y generalmente con muchos hijos. Son ellas las encargadas de llevar a cabo este velorio simbólico. Viudas, madres, y hermanas del pescador desaparecido serán quienes busquen la ropa a velar, debe poseer su aroma, sudor y un significado especial para él, ya que le gustaba o la usó en una ocasión especial, nunca es ropa nueva. El velorio siempre se hace en su casa. Se pone una mesa cubierta con mantel blanco, ahí se dispone la representación simbólica del cuerpo, con velas comunes en los cuatro extremos. Se ponen fotos e imágenes religiosas de acuerdo a la creencia del grupo familiar”, explica.

Las familias sienten alivio en este cementerio. Se esmeran en mantener corto el pasto, el entorno arreglado y con flores. A su vez, los pescadores llevan restos de embarcaciones para cercar el cementerio y dar la sensación que los desaparecidos se encuentran “navegando”. Contemplan el horizonte, sienten la brisa del mar y la presencia de sus seres queridos. Solo quienes han perdido a sus hombres en altamar saben lo que este espacio sagrado significa. “La demás gente no lo comprende, el tener un lugar físico es importante cuando no hay cuerpo, esto ayuda emocionalmente. Para nosotras también es importante que nuestros hijos sigan con esta tradición, que no termine ahí. Los míos eran pequeños cuando Tito los cuidaba mientras yo salía a hacer algún trámite. ‘¿Te acuerdas cuando me dibujó con la armadura de Pegaso, de los Caballeros del Zodíaco?’ se acuerdan…. yo solo les pido que no dejen de ir a ver a su tío. Y siempre que vienen de vacaciones o a verme, suben a cortarle el pasto o a conversarle”, cuenta Claudia Constanzo. 

Gloria Sanhueza (64) también recuerda a su hermano en el cementerio simbólico. “Todos vamos arriba a conversarle, no le pedimos cosas. Lo único que queremos es que descanse en paz, porque su muerte fue trágica, no es lo mismo que una enfermedad. Gracias a este cementerio tengo un lugar donde ir: uno habla, le reza, uno piensa que su cuerpecito está ahí, aunque no es así, es mi consuelo”, explica Gloria. 

Antes del actual cementerio, existió uno en el sector del faro, muy alejado de la caleta. En 1996 las organizaciones sociales de Tumbes se unieron y junto a Rosa Labraña, presidenta de la Agrupación de Deudos del Cementerio Simbólico Tumbes que consta de 60 familias, se reunieron con la comandancia en jefe de la Segunda Zona Naval. “El almirante nos concedió un nuevo terreno, pero no nos dio un documento firmado, fue solo de palabra. Se trasladó, fue un proceso muy doloroso exhumar las urnas. Tiempo antes, cuando desaparecían los pescadores, se ponía una cruz en distintos puntos de la caleta… el mar azotaba las rocas y se llevaba la cruz, por eso decidieron hacer un cementerio en alto, donde el mar no llegara para proteger las cruces, para que las personas pudieran ir a dejar las flores, invocarlos, tener contacto espiritual y paz. Es un lugar donde poder conversar, es un lugar sagrado. Nadie puede intervenir el cementerio”, explica Labraña.

Partes de la ceremonia

Otra parte de este ritual es el funeral. Después del velorio, toda la comunidad de Tumbes y gente de caletas aledañas asisten a la ceremonia religiosa, que siempre es multitudinaria. Lo único que podría cambiar es el credo de ésta, ya que la ofician distintos párrocos según las creencias del difunto. Mientras la familia sube al cementerio junto a los deudos, los pescadores forman un círculo con sus embarcaciones en el mar, tocan las sirenas y lanzan una bengala al centro. Cuando ésta se extingue, en tierra se procede a sepultar la urna, lo que significa que “el ciclo de la vida se ha cerrado”, según explica Berta. 

Las fechas importantes para las familias de los pescadores desaparecidos son varias, pero el 29 de junio tiene mayor relevancia porque se trata de San Pedro, patrono de pescadores y pescadoras. “Es una fiesta grande, se juntan todas las embarcaciones y a eso del mediodía se embanderan, en la mañana se comienza con una misa. La Armada nos apoya con la banda, mujeres e hijos salimos a ver esta gran ceremonia. Durante la pandemia no se pudo hacer la fiesta, pero igual subimos a ver a nuestros familiares. Las lanchas tiran una bengala frente al cementerio simbólico y unas coronas de flores al mar en homenaje a ellos, nosotros presenciamos todo desde arriba”, cuenta Claudia.

Otras fechas que los deudos conmemoran son el día del naufragio, los cumpleaños y santos del pescador desaparecido, el 1 de noviembre, Navidad y Año Nuevo. 

Orígenes

Según la investigadora, el origen de estos cementerios simbólicos tiene al menos 300 años. Entre la documentación en terreno que revisaron Ziebrecht y Rojas Farías, están las bitácoras de viaje que conserva la Biblioteca Nacional de quienes pasaron por las costas de Chile. “El escritor Oreste Plath dice que vio algunas cruces que catalogó como animitas en Talcahuano, pero no eran animitas. Con nuestra investigación en terreno, los mismos pescadores comenzaron a armar el relato. Hubo un señor que nos dijo ‘tengo 88 años, mi abuelo me llevaba al cementerio simbólico’, y a su vez el abuelo de él había recibido este relato de herencia de su abuelo, entonces empezamos a retroceder en el tiempo con las fechas de nacimiento y así llegamos a la conclusión de que a fines del siglo XVII se dan todas las condiciones para el surgimiento de los cementerios simbólicos”, dice Berta Ziebrecht. 

La tradición del cementerio simbólico en Tumbes se ha mantenido en el tiempo gracias a que mujeres y hombres enseñan a sus hijas e hijos este ritual y toda la comunidad se hace parte. “Desde pequeños los niños crecen con el sentimiento de pérdida y con ese recuerdo de sus antepasados y comprenden que hay que respetarlo. Por lo mismo, no veo amenazas a esta práctica, porque se va traspasando de generación en generación. El cementerio es de toda la comunidad, acá no hay separaciones políticas ni de religión”, explica Rosa Labraña.

Simbolismos: sueños y velas 

El simbolismo de los sueños también está presente en la tradición. Mientras las mujeres siguen con la esperanza de encontrar el cuerpo, muchas veces sueñan que el desaparecido les indica dónde está. En otras ocasiones, el sueño es premonitorio y adelanta la tragedia. 

“Cuando pasó esta desgracia, fue un temporal desatado. Recuerdo que eran como las 7 de la mañana, esa noche no dormí casi nada, orándole al señor que los protegiera. Yo sentí a mi hijo que se sentó al lado mío y me tocó las piernas, pude sentir su presencia. Abrió la puerta porque tenía el dormitorio al lado de mi pieza y se acostó. No sé cómo, pero yo estaba dormida y a la vez sentía todo eso. Sin decirme nada, mi esposo salió. Él también sintió cuando mi hijo fue a acostarse a la pieza, pero él se levantó a verlo y no estaba. El se fue a despedir de mí, eso quedó marcado para el resto de mi vida”, relata Rosa Labraña, quien perdió a su hijo y dos hermanos en naufragios. 

La esperanza de que los pescadores vuelvan siempre existe. Sin querer, la búsqueda también continúa. “Mi hermano salía a trabajar y miraba a ver si encontraba la embarcación porque siempre queda la esperanza de que ellos van a llegar”, explica Rosa. Según Ziebrecht, además de ser humanamente comprensible esto tiene una raíz histórica, pues cuando llegaron los barcos españoles, “se robaban a los pescadores para saber dónde había aprovisionamiento de agua, comida y cavernas, pues no tenían mapas”. 

Otro de los simbolismos que rodea esta tradición es la búsqueda con velas. “Antiguamente, los pescadores llevaban una vela al sacerdote para que la bendijera. La ponían sobre una tabla, la tiraban en alta mar y hacia donde ésta se dirigía era donde podían encontrar el cuerpo, pero en realidad eran las mareas las que arrastraban la vela. Es parte del imaginario de los pescadores”, explica Berta. Claudia Constanzo también conoció esa tradición y agrega que “es para iluminar, era como un ruego a Dios”. 

Patrimonio Cultural Inmaterial

El año 2019 el cementerio simbólico de Caleta Tumbes fue vandalizado por desconocidos. Se interpuso la denuncia en fiscalía, sin embargo, no se encontraron los responsables de los daños. “Destruyeron todo: sacaron las rejas, las tiraron a la playa…para mí que fue un grupo satánico que vino a la caleta. Las autoridades nos decepcionaron, hicieron reuniones y luego no se logró nada. Por eso, somos nosotros mismos quienes vamos manteniendo el cementerio como podemos, nosotros solucionamos los problemas”, explica Gloria Sanhueza.

“En conversaciones con gente de la caleta y sus habitantes, con Rosita vimos que era necesario apurar los trámites para que el cementerio pase a los deudos. Aún siguen desapareciendo pescadores en el mar y para que se mantenga una tradición por tantos siglos, es necesario un grupo humano que lo mantenga vivo y que lo transmita a nuevas generaciones. En Tumbes, madres y padres han enseñado a sus hijos el respeto hacia el cementerio simbólico como un lugar sagrado, y esto lo ha fomentado la escuelita de la caleta. Es parte de su cultura, es un lugar que le da identidad, así como otras tradiciones”, dice Berta Ziebrecht. 

Como primer paso, cultores y cultoras iniciaron los trámites de reconocimiento a su tradición ritual a través de una Solicitud Ciudadana para ser reconocida con su ingreso al Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile el 2021. 
“Yo me siento responsable de transmitir a las nuevas generaciones que hay que cuidarlo y conservarlo. Puedo morir tranquila porque sé que ahí va a quedar el recuerdo de mi hijo, ahí lo podrán ir a recordar sus hermanos y familia. Es un gran logro el haber conseguido este reconocimiento del Servicio del Patrimonio Cultural, me da tranquilidad”, explica la presidenta de la agrupación sobre lo que les ha impulsado a buscar este reconocimiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Ser parte del Registro puede ser una herramienta de gestión para las comunidades cultoras ante otros organismos (públicos, privados o de la sociedad civil), según sus propias necesidades, por ejemplo, articular acciones de difusión, educación y fortalecimiento de capacidades para la gestión de la salvaguardia. Gracias a éste, la práctica se difunde y se hace visible.

Con esta herramienta se reconocen manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial a lo largo del país que sus practicantes consideran parte de su identidad y por lo mismo, realzan su valor: la salvaguardia depende de cultores y cultoras. “Estamos felices que se haya reconocido y que se le haya dado un aliento a las familias, creo que ahora la gente tomó más conciencia de este espacio”, explica Claudia Constanzo.

Rosa Labraña menciona que en paralelo se avanza en concesionar el terreno donde se emplaza el cementerio, que actualmente es administrado por la Gobernación Marítima. “Esta es una tradición tan antigua que en el pasado las comunidades ponían su cementerio en el lugar que les parecía adecuado. Existía otra distribución de la tierra. Después vino la privatización de los terrenos costeros, lo que pone en alto riesgo esta tradición. Por eso, es primordial que los deudos sean dueños del territorio”, comenta Berta Ziebrecht.

Luego de esto, vendrán proyectos igualmente ambiciosos como arreglar el camino hasta el cementerio, que se abre paso entre los roqueríos de Tumbes.  “Es media hora de subida. A mí me duelen las rodillas al subir”, dice Labraña, principal impulsora de todas las iniciativas. 
Los sueños de Rosa para honrar la memoria de su hijo, hermanos y de los pescadores desaparecidos en el mar no terminan. Su anhelo es poner una cruz gigante emplazada en el mismo cementerio, que se vea desde lejos, ya sea mar o tierra, señalando la existencia de este lugar sagrado. “Quizás con eso voy a cerrar mi herida”, dice. 

¿Qué es el Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial? 

Identificar y reconocer los patrimonios culturales inmateriales presentes en el país es el objetivo del Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial. A través de esta herramienta estatal, Chile responde a uno de los requerimientos de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (UNESCO, 2003) suscrita el 2008 por nuestro país. “Los conocimientos, saberes y prácticas de la comunidad de Caleta Tumbes asociados al rito fúnebre ante la desaparición de pescadores en el mar” corresponde a una de las manifestaciones reconocidas junto con otras a lo largo y ancho del país. Si quieres saber más de ellas, visita www.sigpa.cl. 
 

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